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Misiones espaciales - Nuevos modelos


Imagen: Pixabay


La exploración espacial ha sido un sueño de la humanidad desde mucho antes de que Julio Verne escribiera De la Tierra a la Luna en 1865, o de que Georges Méliès grabara en nuestras retinas cómo el proyectil lanzado desde nuestro planeta impactaba sobre el ojo del plateado satélite. En 1634, Kepler ya había elucubrado sobre la posibilidad de viajar a la Luna, mientras que, en 1584, Giordano Bruno ya afirmaba, en Del infinito universo y los mundos, que era absurdo pensar que éramos el único planeta habitado del universo.


Así, con una mezcla de ambición y curiosidad, el avance tecnológico permitió que, en la década de 1930, comenzara lo que hoy se conoce como “carrera espacial”, fundamentalmente entre EE.UU. y la antigua U.R.S.S. Desde entonces varios seres humanos han puesto sus pies en la Luna, varios rover han recorrido y analizado el suelo de Marte, hemos logrado posar una sonda sobre un cometa en pleno vuelo, construido potentísimos telescopios con los que indagar en los orígenes del universo, enviado sondas equipadas con cámaras de alta sensibilidad hacia el Sol, y hacia los planetas de nuestro sistema. Hemos traspasado los límites conocidos de nuestro espacio cercado, rodeado la Tierra de satélites y construido estaciones espaciales.


El desarrollo tecnológico para abordar cualquier tipo de misión que tenga que ver con el espacio, así como la inversión económica, son enormes. Sin embargo, los beneficios obtenidos, en forma de patentes, nuevos materiales o la explotación mineral (en el caso de que prosperara la idea de instalar estaciones de extracción minera en satélites, planetas o asteroides), parecen compensar con creces estas inversiones. Así, además de EE.UU. y la Unión Soviética, también ha habido misiones exitosas en la Luna por parte de China, Japón e India. Y los países que han enviado misiones a Marte son, hasta el momento, EE.UU., la antigua U.R.S.S., China, India, la Agencia Espacial Europea y los Emiratos Árabes Unidos.


El gran reto para la exploración, y por ende explotación espacial, pasa por conseguir crear in situ estaciones habitables para la extracción, procesamiento y envío a la Tierra de los materiales obtenidos. Existe, por ejemplo, un viejo proyecto para la construcción de un elevador que conecte la Tierra con la Luna, y que China quiere tener listo para 2043, de manera que tanto las mercancías como las personas pudieran viajar de forma segura y rápida entre ambos cuerpos.


Otra de las “luchas” que hay en este momento sobre el tablero es el de la construcción de una base lunar que permita al ser humano ser lo más autosuficiente posible, tanto por la obtención de oxígeno y agua como por el cultivo de alimentos; eso sin hablar de cómo evitar que las duras y peligrosas condiciones atmosféricas (o más bien, las condiciones resultantes de no tener atmósfera) pongan en peligro la vida de los habitantes del satélite. O cómo mantener la estabilidad psicológica en misiones de larga duración. Cuestiones estas que todavía están en el aire, pero que mantienen en dura competencia a países como EE.UU., China y Rusia.


Igualmente, dado el estado “virginal” de exploración (y posesión), en que todavía se encuentra el espacio, existen, además de las agencias gubernamentales, varias empresas privadas que desarrollan sus propios proyectos, tanto de despliegue de satélites como de vuelos espaciales (incluidos los turísticos, ya puestos a salir del planeta) o visitas a la Estación Espacial Internacional. Empresas como SpaceX, de Elon Musk, que ya ha enviado a cuatro astronautas a la ISS; o Blue Origin, de Jeff Bezos, que busca abaratar el coste de los viajes espaciales y, quizá, hacerse con la logística de envíos a las bases humanas en el espacio. También Virgin Galactic, de Richard Branson, que quiere explotar los viajes espaciales turísticos (que no van a ser precisamente baratos en un principio); como ya lo ha hecho Space Adventure que, por 18 millones de euros, ha enviado, junto a otros cuatro millonarios, al empresario estadounidense Dennis Tito durante siete días a la ISS. Otra de las iniciativas, algo más económica (sólo 8,5 millones de euros) es Orion Spa que, como su nombre indica, se trata de un auténtico resort espacial situado a unos 320 kilómetros de la Tierra, orbitando como la ISS.


Estos, como vemos, son algunas de las iniciativas de negocio que en estos momentos plantea la llamada “conquista espacial”. Y, si antes de que todo esto se lleve a la realidad, ya existe un problema bien real de basura espacial, quizá dentro de unos años también veamos programas de RSC dedicadas a hacer limpiezas orbitales.



Fuentes:



Fátima Gordillo


 
 
 

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